Nunca he entendido muy bien lo del balance de las cosas buenas y malas que se hace cuando acaba un año. Ni los propósitos para el año que viene; ni las reuniones familiares, las felicitaciones navideñas, los belenes, las luces, las uvas ¿por qué doce? vale, por los meses, pero... ¿por qué uvas?
Este año ha sido triste y duro, desde el mismo comienzo si lo pienso, pero aún así tengo una extraña sensación de plenitud conmigo misma. Siento que he conseguido muchas cosas este año, y yo creo que por eso no percibo que haya ido tan mal.
Odio las navidades de siempre, aunque no me una a los mensajes de "feliz falsedad", pobresniñosdeáfrica y toda esa tendencia rebelde pasada de moda. Odio la navidad, a pesar de celebrarla siempre, por un motivo cierto y cercano a mi vida: odio la navidad porque odio a mi familia.
A mis padres no les va bien; mi madre cada vez está más loca, y miro a mi padre y veo un agujero negro de sentimientos, la depresión con mayúsculas. Siempre les he odiado, aunque la sociedad lo considere como una etapa rebelde llamada adolescencia que luego se pasa. No se pasa, se camufla, te lo tragas como buen adulto; pues siempre tendré en mente la frase "yo no decidí nacer", ni ser vuestra hija ni tener esta familia... ¿por qué tengo que soportar a cantidad de personajes de distinto rango jerárquico, ruidosos y tarados todos y cada uno de ellos, porque se trata de "mi abuelo", "mi tío", "mi madre", "mi primo", "mi hermana"?
Las circunstancias me han hecho anárquica, o más concretamente una especie de díscola estrafalaria, camuflada en la sociedad como una chica lista y responsable, que llegará a ser una mujer adulta decente y de provecho. Una vida triste como la de mucha gente... ¿Cómo voy a escribir sobre lo magnífico de la vida, solamente? ¿Cómo no mezclarlo con mi cruda realidad y hacer belleza del fango?
Celebro la navidad, porque la odio. Y por eso no puedo escribir "Felices Fiestas" sin un pero, sin una mueca de dolor. Pero puedo escribirlo, a pesar de todo: FELICES FIESTAS. Salud, amor y fuerza.
Este año ha sido triste y duro, desde el mismo comienzo si lo pienso, pero aún así tengo una extraña sensación de plenitud conmigo misma. Siento que he conseguido muchas cosas este año, y yo creo que por eso no percibo que haya ido tan mal.
Odio las navidades de siempre, aunque no me una a los mensajes de "feliz falsedad", pobresniñosdeáfrica y toda esa tendencia rebelde pasada de moda. Odio la navidad, a pesar de celebrarla siempre, por un motivo cierto y cercano a mi vida: odio la navidad porque odio a mi familia.
A mis padres no les va bien; mi madre cada vez está más loca, y miro a mi padre y veo un agujero negro de sentimientos, la depresión con mayúsculas. Siempre les he odiado, aunque la sociedad lo considere como una etapa rebelde llamada adolescencia que luego se pasa. No se pasa, se camufla, te lo tragas como buen adulto; pues siempre tendré en mente la frase "yo no decidí nacer", ni ser vuestra hija ni tener esta familia... ¿por qué tengo que soportar a cantidad de personajes de distinto rango jerárquico, ruidosos y tarados todos y cada uno de ellos, porque se trata de "mi abuelo", "mi tío", "mi madre", "mi primo", "mi hermana"?
Las circunstancias me han hecho anárquica, o más concretamente una especie de díscola estrafalaria, camuflada en la sociedad como una chica lista y responsable, que llegará a ser una mujer adulta decente y de provecho. Una vida triste como la de mucha gente... ¿Cómo voy a escribir sobre lo magnífico de la vida, solamente? ¿Cómo no mezclarlo con mi cruda realidad y hacer belleza del fango?
Celebro la navidad, porque la odio. Y por eso no puedo escribir "Felices Fiestas" sin un pero, sin una mueca de dolor. Pero puedo escribirlo, a pesar de todo: FELICES FIESTAS. Salud, amor y fuerza.