"Controla tu embriaguez. Pon atención a lo que te están contando que es importante y mañana lamentarás no acordarte". Pero al día siguiente no reduerdo ni que me tenía que acordar de algo...no recuerdo el quién, ni a qué hora de la madrugada, ni el tema, ni su importancia, ni si realmente existió tal conversación, ni la cara de pena o de regocijo de la persona anónima que me confió un secreto...Pero recuerdo el vacío, el intento de escribir sobre papel mojado.
Y recuerdo las vueltas a casa a la mañana siguiente, porque todas son la misma: salir del metro y que el frío se te pegue en los huesos. Ese último esfuerzo antes de que se acabe todo, antes de que todo vuelva a empezar...y donde me como tanto la cabeza. Aún está oscuro, alguna nube clarea la triste escena en la que estoy sola. Dos extranjeros no ven ni existen casi, y se besan pegándose, o se pegan a besos. A veces la gente madruga, y me mira raro cuando se cruza con mis ojos despintados y vacíos.
Pienso en anoche. Me lo he pasado bien; de puta madre incluso. Pienso en que me gusta mi vida (o no), en que mañana seguiré adelante con todo (o no), en que soy quien quiero ser (o no), o en que al menos lo intento (¿y si no?). El caso es que nada de eso importa, porque sólo me lo planteo para no pensar que vuelvo sola a casa, que una parte de lo que hago es para olvidar que en todos los corazones hay un pozo negro, y que en el mío hay cosas al fondo que no puedo recuperar, que se me cayeron hace no mucho pero que ya están tan lejos...tan al fondo.
Mientras juego con el eco en ese pozo la realidad me distrae. Paso por el parque de al lado de mi casa y todas las madrugadas pienso en quedarme allí sentada un rato antes de subir a caer en coma. Por los pájaros. Desde algún árbol siempre suena tímidamente el primer piar cuando yo paso. Está todo tan vacío que se oye todo el encanto de ese sonido, toda la inocencia y la alegría y la belleza que contiene. Me encanta, porque me distrae de mi propia mierda y me hace observar por unos segundos la hermosura de las madrugadas.
De este modo, cuando subo a casa, los tres tramos de escaleras que me matan, cuando abro la puerta y me encojo hasta por dentro para hacer el menor ruido, cuando mis padres me preguntan que tal la noche y me regañan hasta en sueños, cuando inspecciono la nevera y quémierdasólohayheladosdelimónquemerecuerdanati, cuando me lavo la cara y me miro al espejo y parezco un cuadro corrido, cuando me meto en la cama y está tan fría que lloro...
De este modo no me derrumbo. Pienso en el pajarillo solitario cantando en el chopo blanco, pienso en que él ha dado el disparo de salida para mi carrera por la supervivencia del día siguiente. Y que, por tanto, morir hoy no tiene sentido, porque mi muerte era ayer.
Y recuerdo las vueltas a casa a la mañana siguiente, porque todas son la misma: salir del metro y que el frío se te pegue en los huesos. Ese último esfuerzo antes de que se acabe todo, antes de que todo vuelva a empezar...y donde me como tanto la cabeza. Aún está oscuro, alguna nube clarea la triste escena en la que estoy sola. Dos extranjeros no ven ni existen casi, y se besan pegándose, o se pegan a besos. A veces la gente madruga, y me mira raro cuando se cruza con mis ojos despintados y vacíos.
Pienso en anoche. Me lo he pasado bien; de puta madre incluso. Pienso en que me gusta mi vida (o no), en que mañana seguiré adelante con todo (o no), en que soy quien quiero ser (o no), o en que al menos lo intento (¿y si no?). El caso es que nada de eso importa, porque sólo me lo planteo para no pensar que vuelvo sola a casa, que una parte de lo que hago es para olvidar que en todos los corazones hay un pozo negro, y que en el mío hay cosas al fondo que no puedo recuperar, que se me cayeron hace no mucho pero que ya están tan lejos...tan al fondo.
Mientras juego con el eco en ese pozo la realidad me distrae. Paso por el parque de al lado de mi casa y todas las madrugadas pienso en quedarme allí sentada un rato antes de subir a caer en coma. Por los pájaros. Desde algún árbol siempre suena tímidamente el primer piar cuando yo paso. Está todo tan vacío que se oye todo el encanto de ese sonido, toda la inocencia y la alegría y la belleza que contiene. Me encanta, porque me distrae de mi propia mierda y me hace observar por unos segundos la hermosura de las madrugadas.
De este modo, cuando subo a casa, los tres tramos de escaleras que me matan, cuando abro la puerta y me encojo hasta por dentro para hacer el menor ruido, cuando mis padres me preguntan que tal la noche y me regañan hasta en sueños, cuando inspecciono la nevera y quémierdasólohayheladosdelimónquemerecuerdanati, cuando me lavo la cara y me miro al espejo y parezco un cuadro corrido, cuando me meto en la cama y está tan fría que lloro...
De este modo no me derrumbo. Pienso en el pajarillo solitario cantando en el chopo blanco, pienso en que él ha dado el disparo de salida para mi carrera por la supervivencia del día siguiente. Y que, por tanto, morir hoy no tiene sentido, porque mi muerte era ayer.
Y...¡Glup! Me dejas encogida, lo has expresado tan bien que casi me convierto en la protagonista de tu soledad-superviviente.
ResponderEliminarMe ha encantado, porque transmite tu sentir. Siento que aún te duela tanto.
Un besote, grande.
Muchísimas gracias :)
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