Es asombroso ver cómo algo que en un principio te destroza, te sangra, te enmaraña los tejidos y hace reaccionar tu cuerpo de una manera tan explosiva e indeseable; poco a poco (y con el paso de infinitos días incómodos, que con esos mínimos roces con el mundo exterior, encaminados y decididos a dar justo donde más duele de ella, se hacen eternos), esa misma herida se va convirtiendo en algo ajeno, una costra que lo único que hace es afearte y deseas que se caiga, que deje de parasitarte.
Y en el momento en el que por fin ocurre puedes olvidarte de ella. Quizá porque te olvidas de ella, el momento ocurre.
Y como mucho, para siempre una cicatriz.
¿He leído esto ya antes, o es una alucinación? XD
ResponderEliminarLas cicatrices forman parte de nosotros y hemos de verlas únicamente como secuelas de una batalla (ganada o no) que (al fin) terminó. Si la herida se secó, ya hemos conseguido casi todo. El tiempo y el olvido harán lo que falta. ^^