AND YOURS

28.4.10

16.4.10

Elijo lo aleatorio



No sé lo que me depara esta vida que llevo. Puede que pierda la cabeza y mi cordura se vaya volando tras los nubarrones que se llevan la tormenta.


Ya que la dignidad no me vale, ni el ahínco con el que hago (o más bien prentendo hacer) las cosas, ni la razón, ni el valor, ni la resistencia a los golpes y las caídas; ya que nada de esto me es útil ahora que el mal tiempo se ha ido, que no hay nada duro que soportar, que llega el sol, nacen las flores, cantan los pájaros, huele a buen tiempo... puede que sea el momento de dejarme llevar.






No sé qué me depara esta vida que llevo, pero yo sí sé lo que quiero de ella.

11.4.10

Lo que no se puede decir; lo que se piensa sin decirse; lo impensable...

Morderse la lengua en determinadas ocasiones no me es suficiente. Necesitaría un bozal, o una mordaza para que mis pensamientos se callaran.

En un libro que leí recientemente acerca del comportamiento humano, explicaba que la violencia en los niños se ve aumentada cuando a estos se les conceden todos los caprichos; la impotencia de aquellos otros que no están mimados, hace que aprendan a contener su agresividad innata. La racionalización de los placeres les hace adultos, les transmuta de simios violentos a hombres sociales.

Por otro lado, el excesivo control de nuestra parte emocional, instintiva, animal, por parte de la razón, el deber y los tabúes, hace que esta primera, encerrada en su cárcel freudiana, salte de alguna manera; ya sea en sueños, en gestos involuntarios de la cara, en palpitaciones o nerviosismos aparentemente fuera de lugar, en fallos del sistema de comunicación, tartamudeos, cambios de nombre, conversaciones etílicas, actos etílicos...

Esta idea suscita a pensar que la educación nunca puede llegar a ser equilibrada ni correcta; que el autocontrol nunca va a ser el suficiente, pues negar nuestros instintos es, precisamente, negar lo que nos hace humanos. Y no podemos evitarlo.

Pero esto no es justo para con tu entorno y tu vida en sociedad. Y, anarquísticamente mal hecho, harías responsable de tu propia culpa a los que te rodean. Quiero decir con esto, y para ser menos inconcreta pondré un par de ejemplos, que si tienes celos a veces te los tienes que callar, que si odias a alguien ese alguien no tiene la culpa, porque lo que puede pasar simplemente es que no hay compatibilidad, y no se te ha agraviado en ningún momento como para que exista tal odio; que si te hacen daño por fiarte de alguien que previamente se sabía que no era de confianza, es posible que fuera previsible y, sin pretender ser cruel con estas palabras, el castigo es merecido.

También valdría como ejemplo el que si no te fías de alguien, que si aunque parecía que sí lo hacías, la otra persona instintivamente se da cuenta de que la confianza no es tal, no pretendas que confíen en ti. Y por el hecho de que la otra persona no confíe en ti, no hay derecho a que, de rebote, se aproveche el tirón para no fiarte de esa persona, justificando de este modo tu primera desconfianza.

El amor puede que sea ciego. La pasión seguro que lo es. La confianza, desde luego, no.

Me duele ver cómo yo me contengo, que sacrifico mi egoísmo individualista por mi egoísmo social, cuando muchas otras personas en este mundo no hacen más que pensar en su propio culo, en los propios deseos que dañan a su entorno; y se justifican achacando el problema a la incomprensión del resto para con uno mismo... ¡que te peten! El mundo no va a estar pendiente de ti, ni mucho menos, jodido mono narcisista. Estate pendiente de ti mismo a la par que lo estás de tu alrededor, pues es éste el que hace posible que tú seas feliz y seas tu mismx.

Si a un niño no se le dan todos los caramelos que quiere, es para que valore lo que es un caramelo. Porque cuantos más caramelos le des más se parecerán a piedras; pero tampoco le des un caramelo únicamente, pues lo valorará como oro y no como lo que es. Para mi la amistad es este caramelo, y la gente muy sociable lo infravalora, ¡mientras que los egoístas lo confunden incluso con el amor! Y desgraciadamente (o por fortuna para poder escribir estas palabras) conozco ambos casos...

Me duele todo lo que digo y no debería decir. Es una lacra que siempre se arrastra. Porque es mentira que las palabras se van con el viento, quedan grabadas en losas enormes en la mente, o son indelebles en el corazón. Y más me quema lo que no digo y pienso, y que debería decir pero no tengo el valor, o no encuentro el momento o no existe tal... son cantidad de pensamientos que se esfuman en suspiros, son mariposas transparentes y pájaros de vapor que vuelan y se pierden en la noche o entre las nubes de un día gris.

Pero me matan las cosas que pienso y no debería pensar. Esos pequeños demonios que brotan del suelo de mi psique como mala hierba y saltan sobre las losas, escupen encima de las pintadas de mi corazón, se comen las alas de las mariposas e intentan volar sobre los pájaros y salir por mi boca.

Hay muchas cosas que digo sin pensar, miles de cosas que pienso y no digo, y ejércitos enteros de pensamientos irracionales, dañinos y sin sentido, que nunca deberían estar en mi mente...