AND YOURS

29.3.10

A propósito del lenguaje y otras verdades nietzscheanas

Hacen falta palabras que no existen para expresar los sentimientos que inventamos, para las nuevas ideas que generamos y no tienen cabida en el vocabulario común y corriente con el que nos hacemos entender. El lenguaje es el cadáver de lo que pensaron otras personas, y nos lo comemos, o lo arrastramos como mártires durante toda nuestra vida.

¡Yo no siento tan escuetamente como lo que soy capaz de expresar con mis palabras! Joder!

El amor es mentira, pues la palabra que lo define está muerta, está fría; el dolor son las cosquillas que siente el alma al pronunciar su palabra, pero no expresa su realidad, no es suficiente...

Siempre he tenido la sensación de que lo que escribo ya está hecho; de que lo que hago sobre el papel es una burda copia de lo que se ha llegado a pensar, yo o cualquier persona. Pero la idea es más compleja. Puede que esto, tal como está escrito, no lo haya escrito nadie...el problema es que las palabras con las que está escrito sí lo están; es la combinación de palabras la que da forma a las ideas que tenemos a la cabeza.

Pero todas las combinaciones, variaciones y permutaciones, con variación o sin ella, ya existen, y es cuestión de probabilidad que se organicen así o de otra manera. Esto es lo que yo pienso, poetéticamente hablando. Es pues la formación de nuevos términos la que hará posible que pensemos cosas diferentes. Entonces, el vocabulario que tenemos servirá para explicar estas nuevas palabras, a manera de esbozo de lo que son en realidad.

La conclusión de todo esto es que no estudio cuando debería, y que me gusta desvirtuar mi propia realidad, ya de por si compleja.

15.3.10

Un juego al que todos quieren jugar

Empíricamente hablando, la vida nos da lo que esperamos de ella. Lo que mostramos con el cuerpo, las imágenes que se dibujan en los recovecos pecaminosos de nuestra fantasiosa mente y que bailamos con las palabras sugerentes, las miradas provocativas, las risitas tontas...

El calor que suscitan los ojos tras los cuales se ven los pensamientos, como si de simples cristales se trataran, es la base sobre la cual se forman las reglas y leyes del sexo.

Pierde quien se deja encandilar con los cálidos susurros al oído; cuando penetran en ti algo más que las palabras ardientes que te encaminan a la locura terrenal con ese silbeteo serpentino, tan incitador y vicioso.

Se pierde cuando en el juego bailan algo más que los cuerpos mojados en miel. Cuando el cariño inunda la cabeza más que al vientre; cuando las mariposas que se escapan por tu boca son cuentos que hablan de futuro y no canciones como elogios al presente.


Cuando el amor
ya no es locura.


Tablero de juego: una cama, un parque, una piscina, un coche, un sillón, una ducha, un hotel, una playa, un rincón oscuro de cualquier callejón, un ascensor a las tres de la mañana, una azotea...

No está muy claro cómo se gana. Algunos tienen la impertinencia de llamarlo amor; como si supieran lo que significara, como si el fin de este juego simple pudiera llegar tan siquiera a parecerse a una cosa tan compleja.

En mi opinión, se gana cuando te come la rabia al ver a otras personas jugar cuando no es contigo. Ganas cuando ya no quieres compartir tu juego con jugadores anónimos, cuando tu contrincante tiene nombre propio.

En definitiva, cuando pierdes. Cuando eres capaz de perder para ganar, cuando entiendes que merece la pena arriesgarse a que te hagan daño.



Correr el riesgo de que te pasen ambas cosas, perder y ganar, perder o ganar, es lo que nos hace verdaderos ganadores. Tanto en el amor, como en todo.

10.3.10

La vida breve de una chica de ciudad

Salir del vagón del metro mirando al suelo para ver la distancia, profunda y oscura, que separa tus pies del andén. Correr con sutileza para ser la primera en subir el próximo tramo de escaleras mecánicas, por darte el gusto de, luego, quedarte parada, subiendo al son de la cadena dentada que mueve la maquinaria de los escalones, bajo tus pies; y ver a la gente subir con calor, y con prisas absurdas escalón a escalón, a veces con desparpajo, a veces con torpeza, a veces con cansancio...Fijarte en un brazo de una mujer, esbelto y delicado, cubierto por una manga negra semitransparente que cubre hasta su muñeca; y mirar a continuación el brazo de un vagabundo, con un abrigo verde roído, pestilente. Da igual. Sigues subiendo despacio, contemplando la claridad del metro, de los tubos de luz que serpentean los pasillos y suben a tu mismo ritmo las escaleras. Un dolor punzante en la falangina del anular derecho te despierta de la ensoñación urbana, y en ese momento te percatas de que los tontos sucesos son ideales para escribirlos. La vida cotidiana que me aplasta de tan monótona y fatigante plasmada a modo de retrato de un yo deprimido, de un yo del día a día, del yo que sufrimos todos a diario en los gastados pasillos subterráneos.

Salir a la calle por la sucia boca de metro. Sentir el frío de un tardío invierno, sentir las últimas gotitas de una tormenta que ya se fue, el aire helado que te parte la cara en contraste con el aplastante calor de allí abajo. Dar las gracias por llegar ya a casa, porque el día se ha acabado y las horas que te quedan las vas a malgastar pensando en nada, apartando las responsabilidades, hablando por teléfono, chateando o perdiendoeltiemponosesabemuybienenquéperoyasonlasdoce. Darte cuenta de que te meas y acelerar el paso. Sorprenderte de pronto con el sonido de los coches en la carretera, preguntándote si los habías omitido o si no había hasta ese momento. Sonido que rompe dolorosamente la vaga imágen que vas recopilando del momento y, sin preaviso, oír exclamar a un pensamiento: “no me voy a acordar de todo lo que quiero relatar, de todo lo que compone este momento tan normal, pero a la vez tan extraño”. Cruzar la calle. Ver a un skater, a un anciano, a dos heavys, a dos chinitas…Preguntarte si todo esto podría ser un sueño. Preguntarte porqué siempre te preguntas lo mismo.

Llegar a casa, aliviar urgentemente tu vejiga. Sentarte a escribir estas palabras, disfrutando de la construcción, sonriendo, dando las gracias, siendo feliz...