AND YOURS

15.3.10

Un juego al que todos quieren jugar

Empíricamente hablando, la vida nos da lo que esperamos de ella. Lo que mostramos con el cuerpo, las imágenes que se dibujan en los recovecos pecaminosos de nuestra fantasiosa mente y que bailamos con las palabras sugerentes, las miradas provocativas, las risitas tontas...

El calor que suscitan los ojos tras los cuales se ven los pensamientos, como si de simples cristales se trataran, es la base sobre la cual se forman las reglas y leyes del sexo.

Pierde quien se deja encandilar con los cálidos susurros al oído; cuando penetran en ti algo más que las palabras ardientes que te encaminan a la locura terrenal con ese silbeteo serpentino, tan incitador y vicioso.

Se pierde cuando en el juego bailan algo más que los cuerpos mojados en miel. Cuando el cariño inunda la cabeza más que al vientre; cuando las mariposas que se escapan por tu boca son cuentos que hablan de futuro y no canciones como elogios al presente.


Cuando el amor
ya no es locura.


Tablero de juego: una cama, un parque, una piscina, un coche, un sillón, una ducha, un hotel, una playa, un rincón oscuro de cualquier callejón, un ascensor a las tres de la mañana, una azotea...

No está muy claro cómo se gana. Algunos tienen la impertinencia de llamarlo amor; como si supieran lo que significara, como si el fin de este juego simple pudiera llegar tan siquiera a parecerse a una cosa tan compleja.

En mi opinión, se gana cuando te come la rabia al ver a otras personas jugar cuando no es contigo. Ganas cuando ya no quieres compartir tu juego con jugadores anónimos, cuando tu contrincante tiene nombre propio.

En definitiva, cuando pierdes. Cuando eres capaz de perder para ganar, cuando entiendes que merece la pena arriesgarse a que te hagan daño.



Correr el riesgo de que te pasen ambas cosas, perder y ganar, perder o ganar, es lo que nos hace verdaderos ganadores. Tanto en el amor, como en todo.

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